Desde que estoy en uso de mis facultades mentales o entiendo bien cómo funciona este mundo, he escuchado a muchas personas argumentando, repitiendo y parafraseando una y otra vez las mismas palabras: “Lo mejor que le podemos dejar a nuestros hijos es la educación” y bueno. La verdad, para ser sinceros, heeeemmmm, hummmmm, NO ESTOY DE ACUERDO y puede ser que este artículo que hoy escribo sea el detonante de una constructiva discusión.

Si bien es cierto, la educación nos abre las puertas del maravilloso mundo del saber y de las decisiones y nada mejor que tomarlas sobre argumentos que podemos discernir y analizar, que tomarlas sobre lo que “creemos”. Es la verdad, pero en ocasiones la búsqueda de la verdad es bastante confusa, pues siempre han dicho que existe tu verdad, mi verdad, la verdad de otros y la verdad verdadera. En fin, el conocimiento es sin lugar a dudas una puerta a ver las cosas de diversas formas y donde nos quedamos con la que mejor nos parece es y debería ser.

A mis 44 años he visto personas con una alta educación, con un coeficiente intelectual elevadísimo, con certificaciones, especializaciones, doctorados y un sin número de galardones académicos de admirar, que lo primero que pienso es que “esa persona está más preparada que un Yogurth”. Pero ¿qué pasa con el trato a los demás, el amor a lo que hacen, la empatía que desarrollan, la felicidad que irradian y otras calificaciones que nos acercarían a una persona con un alta inteligencia emocional y no con una inteligencia racional? De hecho, muchos de los padres de la patria que tanto nos han estafado, si algo tienen que les han dejado sus padres es educación ¿Pero para que necesito que mis padres me dejen una buena educación que carece de valores, de principios, de disciplina, de convicciones o de AMOR por lo que hacemos y vivimos?

Insisto que a mis 44 años la educación es muy importante, pero no es lo más importante. Hace algunos días le preguntaba a la hija de unos buenos amigos de Quito, Ecuador (una hermosa muñeca de aproximadamente de 10 años llamada Ariana), oye Ariana, ¿cuál es la mejor herencia que los padres le podemos dejar a los hijos? Me respondió en esa inocencia y esa picardía: “El dinero es la mejor herencia”. Entramos en risa por esa respuesta, la cual sin lugar a dudas es bastante cierta, pues si traemos hijos al mundo también es nuestra responsabilidad dejarle algunos buenos recursos para que sigan adelante. Compramos la idea como papás en esa respuesta, debemos dejar recursos que permitan tener y adquirir las cosas que requieren y ante todo enseñarles a conseguir esos recursos.

Nuestra querida Ariana ese día nos escuchó y le comentamos que parte de las herencias que dejamos los padres es la educación y el dinero, pero la más importante es el AMOR.

Tengo 3 grandes tesoros que Dios me ha regalado, 3 grandes amores, 3 grandes maestras, 3 grandes responsabilidades, 3 mujeres que transforman mi vida y mi existencia.

Luna (la sabiduría de la noche) de 13 años, Valentina (la valentía de las acciones) de 8 años y Paloma (la palabra y el mensaje de amor) de 17 meses de vida. Estas 3 mujercitas sí que me han hecho pensar que les dejaré como herencia.

Algún día hablaba con Luna y le pregunté: ¿Cuál crees es la mejor herencia que le dejaremos los padres a los hijos? Ella respondió: “dicen que la educación”. Yo repliqué, ¿y tú estás segura? Ella me contestó “no tanto” y así empezó mi fundamentación sobre “La mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos es el Amor”

Hijas de mi corazón, me esforzaré todos los días para que amen, para que amen profundamente lo siguiente:

  • Amar a Dios con todas tus fuerzas.
  • Amar tu cuerpo.
  • Amar a tus padres.
  • Amar a tus hermanos y a tu familia.
  • Amar la sociedad.
  • Amar lo que haces.
  • Amar lo que estudias.
  • Amar la naturaleza y todo lo creado.
  • Amar aprender, reaprender y desaprender.
  • Amar y sentir con las fuerzas de tu corazón que todo se puede gozar desde la emoción, la cognición y los instintos.

Por eso siempre sostendré algo muy importante: “No quiero las mejores profesionales, quiero los mejores seres humanos y si después de eso desean ser profesionales, bienvenidas”

“Por eso sostengo que la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos es el amor y no la educación”